¿Qué son?

Toros Embolados

Embolar con fuego consiste en inmovilizar al toro por la cabeza amarrada con cuerdas contra un pilón de madera. Para conseguir dirigir al toro hasta el pilón cuando este sale del camión o de los corrales, es tironeado por el otro extremo de la cuerda usando la fuerza de quienes componen la cuadrilla de emboladores. Es habitual que en este momento el toro sufra caídas y bruscas sacudidas de cabeza, ya que la cuadrilla le parará en seco mediante la cuerda que le sujeta la cabeza. También es habitual que el toro se enrede con la cuerda quedando inmovilizado por las patas o mal situado frente al pilón, por lo que el proceso muchas veces termina siendo aún más largo y angustiante.

Una vez inmovilizado, se le acopla en los cuernos unos herrajes de metal en cuyos extremos se colocan unas bolas impregnadas con un líquido o sustancia inflamable, capaz de mantener el fuego ardiendo durante un tiempo prolongado. A continuación se prenden estas bolas y se corta la cuerda que lo sujeta, para que el toro pueda correr en la zona acotada para ello, habitualmente en plazas de toros, plazas portátiles o por las calles del pueblo.

Toro de Jubilo de Medinaceli

Problema

Cerca de 2.500 toros son embolados con fuego cada año en un gran número de municipios españoles, todo ello contando con el beneplácito y subvenciones de ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos, pese a que esta práctica supone un intenso sufrimiento para el toro, víctima del agotamiento, golpes, caídas, además de desorientación, miedo y angustia.

“Colocar bolas impregnadas con una sustancia inflamable en sus cuernos y encenderlas, haciendo al animal correr y cabecear desesperado es una de las formas más crueles de festejo que podíamos inventar.” - Aïda Gascón, Directora de AnimaNaturalis

Razones

El único fin de embolar un toro es el de exhibir a un animal que por lo general causa asombro y admiración por su tamaño, expresión y movimientos, incorporando el fuego como un elemento más de vistosidad y emoción que contribuye a que la actividad sea un poco más espectacular y entretenida. En ocasiones, además del fuego, les colocan fuentes pirotécnicas en los cuernos, que durante varios segundos expulsan chispas de fuego hasta varios metros de altura. Los toros embolados sirven también como exhibición de las habilidades de los propios emboladores y para demostrar su valentía.

Consecuencias

Los daños que provoca embolar un toro pueden poner en riesgo la vida de estos animales, además de acarrear lesiones físicas y psicológicas. Un gran número de estos animales son directamente enviados al matadero esa misma noche, ya que es habitual que las peñas taurinas en vez de alquilar el ejemplar para el espectáculo y luego devolverlo a la ganadería, compren toros cerriles o salvajes, ejemplares que nunca antes han sido sacados del campo.

  • Riesgo de muerte: las muertes por embolada ocurren, por lo general, como resultado de brutales golpes que el propio toro puede darse contra muros de piedra, árboles, vallas de metal u otros elementos del mobiliario urbano, cuando trata de deshacerse con desesperación de las bolas de fuego que lleva sujetas en la cabeza. También pueden morir por infartos a causa del estrés o por agotamiento.
  • Roturas y lesiones: en el proceso de embolada pueden darse dislocaciones cervicales durante el forcejeo cuando están siendo inmovilizados, o fuertes caídas cuando salen con impulso del camión o cajón y la cuerda les frena con violencia. Pueden sufrir todo tipo de lesiones y roturas durante el resto del festejo, ya que es habitual que al toro se le incite a subir, bajar y saltar obstáculos, o a chocar contra las vallas que sirven de protección a los espectadores. Los toros que han sufrido daños que les impida poder volver a ser alquilados para otros festejos, son enviados al matadero.
  • Quemaduras: Quemaduras en la cabeza, los ojos y el lomo del toro si salta alguna chispa del fuego que lleva en la cornamenta.
  • Sufrimiento psicológico: Aunque pueda parecer que los toros son animales fuertes y bravos, lo cierto es que más bien son bóvidos rumiantes especialmente excitables, temperamentales y nerviosos, y muestran sensaciones de pánico si se les separa de su grupo social. Si a eso añadimos la angustia de sentirse atrapado dentro de un camión o cajón, inmovilizado por decenas de hombres que lo sujetan por todo el cuerpo, el ruido de los gritos, la pirotecnia, música o los aplausos, y el natural miedo al fuego que tiene cualquier animal, podemos decir que indudablemente la práctica de embolar a un toro le aporta un gran sufrimiento psicológico.